Estancias y Castillos que viajan en el tiempo
Hubo un tiempo en el que la provincia de Buenos Aires no era el enorme centro urbano que es hoy, porque, si bien el campo todavía es el gran motor y hay enormes extensiones de tierra que no están interpeladas por edificios modernos, lo cierto es que en ese entonces los días transcurrían entre estancias y castillos, casi como si fuera un cuento de los hermanos Grimm, pero adaptado al contexto nacional de un país productor como Argentina en aquel entonces.
Las familias más adineradas hacían de sus hogares un espectáculo para la vista. Construcciones de lujo, con un nivel de detalle que impactaba, y no son solo palabras ni registros de época, las pruebas siguen estando disponibles para visitar y disfrutar, para transportarse a esos años de opulencia y prosperidad. Encontrar la calma de tiempos más apacibles, en los que el reloj no corría y la conexión con la naturaleza era mucho mayor, es posible.
3 estancias en Buenos Aires para disfrutar
Entre tanta modernidad, a veces lo tradicional es relegado, pero las estancias que se mencionan a continuación son un reflejo de que edificios históricos en vigencia tienen mucho para ofrecer desde el punto de vista turístico y, por supuesto, desde esa conexión con la historia y la naturaleza.
La Raquel
Ubicada en el kilómetro 168 de la Ruta 2 y el río Salado –Estación Guerrero–, La Raquel se erige como un chalet antiguo que está arraigado a lo que fue, durante mucho tiempo, el gran sostén de una familia histórica como es la de los Guerrero. Manuel, dueño de casi 40.000 hectáreas que estaban abocadas a la producción, construyó una estancia para que su familia pasara allí los veranos.
“Había una fábrica de leche, manteca y quesos muy importante, multipremiada”, comienza relatando sobre la historia del lugar Cecilia Guerrero, una de las propietarias actuales y miembro de la Fundación que dirige la estancia. “Esta era la casa de veraneo, mientras trabajaban con la fábrica. La casa se complementa con el parque y está diseñada de tal manera que siempre se mantiene fresca, con callecitas internas y ubicaciones acordes a solsticios y equinoccios”, comenta Cecilia, y detalla luego: “Corresponde a una casa para cuatro hijos, cómoda, aunque no son salones enormes. Es bien de campo, con muebles de época, sencilla, con una torre y su respectivo mirador”.
La estancia se extiende en 40 hectáreas, complementando casco con jardines y parque: “La casa es importante, pero es un 50% y 50% con el parque”, afirma Cecilia. El alabado parque fue diseñado por el paisajista danés Federico Forkel, contemporáneo a Carlos Thays, cuyos trabajos son material de estudio en la Universidad Nacional de La Plata. “Convengamos en que esto era la pampa, la nada misma, y el paisajista pudo transformar el lugar en semejante parque, se pudo convertir en un lugar agradable para pasar los veranos al lado del río”, destaca la heredera.
Si bien La Raquel aún no ha vuelto a sus funciones de turismo habituales, poco a poco se pone a punto, con eventos puntuales y el alquiler de sus espacios exteriores: “Somos una fundación familiar que desde hace varios años está poniendo en valor la estancia y se hace todo a pulmón, con los recursos que se tienen. Lleva tiempo porque son casas antiguas, un pequeño agujerito puede traer muchas sorpresas”.
Asimismo, Cecilia resalta que no solo es la fachada, el interior y la puesta en escena de los parques lo que se quiere mantener: “El espíritu de la estancia es el de una familia emprendedora, y eso intentamos mantener. Es un ejemplo de muchas otras estancias argentinas que forjaron el país, con un patrimonio histórico cultural que está plasmado en cartas, fotografías, y es sumamente interesante porque uno ve el paso del tiempo en vivo y en directo, lo que fue esa argentina pujante, aun teniendo en cuenta todas las diferencias de época”.
La Candelaria
Un castillo que parece sacado de un libro de fantasía y está más cerca de lo que cualquier habitante de la provincia de Buenos Aires podría pensar. La Candelaria, situada en Lobos, precisamente en el kilómetro 114,5 de la Ruta Nacional 205, es la viva imagen de lo que alguna vez fue el poderío y la riqueza de la familia Piñeiro del Mármol, cuya historia es de gran fortuna, pero poco feliz en su desarrollo.
La enorme obra estuvo a cargo del arquitecto francés Alberto Favre, contratado tras un viaje de luna de miel de Rebecca del Mármol –hija adoptiva del dueño original, Orestes, y su esposa, Candelaria, de donde proviene el nombre– y su marido, Manuel Fraga Calveyra, quien quedó fascinado con algunos castillos en Francia y buscó duplicar con exactitud eso, pero en Lobos, Buenos Aires. Se utilizaron todos materiales provenientes de Europa y para el comienzo del siglo XX el castillo estuvo terminado, con 1200 metros de superficie cubierta.
Sin embargo, un castillo no impresiona solo por su estructura, sino también por su contexto y el escenario que lo contiene, algo que en La Candelaria se cumple a la perfección gracias al hermoso parque que rodea y da la bienvenida al castillo. Aquel es obra de ni más ni menos que Carlos Thays, uno de los paisajistas más reconocidos que han pisado el suelo argentino.
El fabuloso castillo quedó en manos de Rebecca, que, tras el fallecimiento de sus padres y, posteriormente, de su marido, hizo construir una capilla con torre, techo nórdico y ventanas góticas, a cargo del arquitecto Rodolfo Giménez Bustamante. La inauguración fue todo un suceso, porque además allí dispuso que descansaran los restos de sus padres y se reservó un lugar propio entre medio de ellos; su difunto esposo, en cambio, fue apartado hacia otro lado, todo un signo de la trunca relación entre ambos. Finalmente, al fallecer Rebecca en 1940, parte de las tierras pasaron a su cuñado menor, quien ya se había interesado por la conservación del lugar, y otra porción quedó para la Hermandad de Beneficencia, institución con la que Piñeiro del Mármol siempre colaboró.
Remodelación tras remodelación, el castillo fue pasando de manos hasta la gerencia actual, a cargo de Hugo Cuello. Hoy en día, la estancia La Candelaria es un destacado sitio turístico, en el que se puede elegir entre distintos tipos de actividades para realizar. Estadía, día de campo, recorrido por las instalaciones y el parque, cenas, eventos, cabalgatas y hasta clases de polo, todo en un marco imponente de arquitectura y paisajismo del más alto nivel.
“Tenemos el espacio ideal para lo que sea que estés planificando”, señalan desde La Candelaria, que cuenta con 7 salones de diferentes estilos, equipados con todo lo necesario para cualquier tipo de evento. Dentro del Castillo están el Salón Dorado y Thays & La Buhardilla, mientras que en el Sector Colonial se ubica el restaurante 5º Chukker, La Caballeriza y el Salón del Lago, con capacidad para 600 personas.
Estancia Villa María
Fundada por Vicente Pereda a fines del siglo XIX, desde su origen marcó un hito para la zona, que por entonces tenía la ganadería como principal actividad. De todas formas, fue en 1919 cuando Celedonio Pereda (hijo) vinculó al reconocido arquitecto Alejandro Bustillo con la construcción de un casco para residencia de verano, y lo transformó en lo que es hoy la casona principal del hotel, una imponente obra de estilo inglés que se ha sostenido a lo largo del tiempo en gran forma y mutando hacia un lugar de confort absoluto.
La Estancia cuenta en total con 16 habitaciones, de las cuales 11 están en dicho casco principal y 5 en la denominada casa francesa. Hay un restaurante de campo, un salón para eventos con capacidad de 200 personas y amplias áreas comunes, además de una cava de vinos antigua de enorme valía.
Bellas galerías y terrazas conducen al hermoso parque, creación de Benito Carrasco (discípulo de Carlos Thays), que custodia la destacada arquitectura del hotel. Árboles centenarios se combinan con más de 300 especies diferentes, que van dotando de distintos colores al paisaje a lo largo del año, un espectáculo digno del disfrute de cualquiera que desee conectarse con la historia y lo natural.
Castillo Guerrero de Domselaar
En el Km 58 de la ruta 210, en Domselaar (San Vicente), hay un castillo que se mantiene en un estado de conservación admirable. La histórica propiedad era de la familia Guerrero y fue el hogar de Felicitas Guerrero. Muchas personas lo confunden con La Raquel, sin embargo, es justo decir que Felicitas nunca residió allí.
En el castillo se impone el estilo francés, con techos a la mansarda, lujosas columnas, un sótano en altura y 24 habitaciones que conservan numerosos recuerdos y reliquias. Pisos ingleses en perfecto estado, escalera aérea, biblioteca, muebles del siglo XVIII y XIX, junto a muchos otros elementos elegantes de época.
Abre solo para visitas guiadas y con reserva, pero también está a disposición para producciones fotográficas y artísticas.
Felicitas Guerrero
Una personalidad que se conecta con varias de las estancias históricas de la provincia. Nacida un 26 de febrero de 1846, hija del terrateniente Carlos Guerrero, Felicitas llegó a ser denominada como “la mujer más hermosa de la república”, llamando la atención de la alta sociedad. Se casó a sus 18 años, matrimonio arreglado con Martín de Álzaga, quien tenía 50.
Enviudó a los 24 años y así se convirtió en una de las personas con mayor fortuna en el país, debido a una herencia de, entre otras cosas, 71.000 ha y más de 70 millones de pesos. Su trabajo en las estancias, con mejoras y presencia constante, le valieron un grato recuerdo en la zona.
Lamentablemente, a sus cortos 25 años fue víctima de la obsesión de Enrique Ocampo, quien terminó con su vida. Aún así, su espíritu permanece vivo en varias de las grandes estancias de Buenos Aires.