Edificios y obras arquitectónicas de enorme relevancia alrededor del mundo exponen el estilo francés como uno de los más importantes en la historia. Este aclamado modelo llegó a América Latina a finales del siglo XIX y comienzos del XX, como consecuencia de las primeras inmigraciones que traían consigo ideas, visiones y, obviamente, técnicas ya implementadas en el llamado “Viejo Continente”.

Estilo francés en arquitectura: Lo mejor del pasado, con visión al futuro

Tal como en su arte, el estilo francés en arquitectura tiene una esencia elegante y refinada. Está particularidad deriva del periodo renacentista y el neoclásico, cuando se realizaban construcciones de palacios que ostentaban superioridad estética. La dinastía carolingia, con el famoso Carlomagno a la cabeza, es un buen ejemplo para marcar la innovación en construcción de edificios de importantes dimensiones, como fueron, y son todavía, las catedrales góticas en Francia.

En el país europeo se convive con el concepto de vanguardia y la creación de nuevos códigos de estética, con diseños disruptivos, aunque manteniendo en todo momento la elegancia y los detalles “de lujo” como rasgo distintivo. Charles-Édouard Jeanneret, más conocido como Le Corbusier, dio muestras de esto aplicando conceptos modernos de la arquitectura de estilo francés para crear edificios como la Villa Savoye, en 1929, en las afueras de París. “Los edificios son máquinas para vivir”, dijo Le Corbusier, y pasó a la historia.

“No pasa de moda”

En argentina, la firma Comunidad CO3 es una de las principales referencias de casas de estilo francés, por lo que, con el conocimiento y la experiencia a cuestas, Fernando Cristal, uno de los socios fundadores, apunta: “Tienen la particularidad de no pasar de moda, son un clásico que desafía el paso del tiempo.

Fernando también destaca: “Tienen un estilo muy definido y una materialidad clásica, pero de elevado nivel, lo que obliga a desarrollar una cierta superficie de porte para lograr armonía en el diseño, sobre todo si se trata del estilo chateau. Además, complementa detallando que “en el caso del estilo clásico, se pueden considerar tamaños un poco más acotados, para guardar proporciones. De 250 m2 para arriba serían razonables para el estilo clásico y 400 m2 o superior cobra lógica el estilo chateau”.

Finalmente, como una recomendación a lo que sigue una vez hecha la estructura de la casa, Cristal expresa: “Con estilos tan definidos como el francés, es importante llevar la ambientación también al interior, utilizando materiales que lo acentúen, como pueden ser mármoles, herrería artística acorde, boiserie u otros detalles. Así, se logra una conjunción equilibrada entre estilo francés y modernismo, para evitar caer en una casa museo”.

Casas de estilo francés: Chateau, Manor y modernas

Tal como mencionaba antes Fernando Cristal, de Comunidad CO3, en el estilo francés hay distintos modos o alternativas para elegir y diferenciarse, principalmente entre chateau (castillo) y clásico, del cual se desprenden los estilos manor (mansión), moderno o campestre.

Las palabras de cada uno de los títulos hablan por sí solas, ya que cuando se trata de un chateau, se hace referencia a una estructura similar a los castillos, con acabados puntiagudos como torres o cúpulas. Una estética orientada a lo manor se asemeja al chateau, pero se distingue por adoptar figuras más hogareñas, siempre respetando la finura característica del estilo francés.

Si es moderno, hay una mayor transformación y se suman a las apariencias antiguas algunos elementos llamativos, ya sea en luminaria, aberturas u otros aspectos. Finalmente, en el modo campestre la visual es más rústica, remitiendo, precisamente, a un contexto de campo, en donde una sencilla estructura va en medio de enormes extensiones de tierra.

El estilo francés y sus diferentes vertientes en la arquitectura

Además de formatos o modelos de casas, el estilo francés como concepto se fue construyendo gracias a la cantidad de vertientes y nuevas ideas que fueron surgiendo en los distintos momentos de la historia. Revoluciones, cambios de época, surgimiento y caída de diferentes movimientos o tendencias sociales se ven representados en corrientes como las que describimos a continuación.

Art Nouveau

Un estilo que rápidamente trascendió fronteras. Apuntado a la arquitectura y artes decorativas, puede traducirse como “arte de la juventud” y tiene principios que orientan la producción sobre todo a los elementos decorativos: edificios con líneas curvas y sinuosas, adornos inspirados en formas orgánicas de la naturaleza como plantas, flores y animales, tanto en diseño como en colores. Los accesos a las estaciones de subte en París son uno de los mejores ejemplos que se pueden encontrar.

Art Déco

En los inicios del siglo xx, antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, surgió en Francia el art déco, vertiente que influenció diversas áreas de la arquitectura. Una combinación de modernidad con elementos artesanales y materiales de lujo. El Teatro de los Campos Elíseos (Champs-Élysées) fue una construcción claramente representativa de este movimiento, creado por Auguste Perret, arquitecto francés pionero en el uso de hormigón armado en Europa.

Edificios en Argentina de estilo francés

En en el país hay gran influencia del estilo francés. Particularmente, se ve representado en edificios importantes a nivel institucional, como ministerios, museos o casonas antiguas que funcionan hoy en día para fines turísticos. Algunos exponentes de este estilo, que se pueden visitar, son: Palacio Fernández Anchorena, Palacio Duhau (Park Hyatt hotel), Palacio Errázuriz de Alvear, Palacio Bosch, Paseo Dardo Rocha (La Plata), Palacio Ortiz Basualdo, Palacio de Aguas Corrientes, Palacio Álzuaga Unzué.

Exponente de la arquitectura moderna

Uno de los mejores ejemplos de lo que el estilo francés significa como modelo de innovación constante, vinculado con íconos históricos, es el pabellón en forma de pirámide que tiene el Museo del Louvre.
Esa adición, hecha entre 1987 y 1989, marca la esencia del estilo francés en arquitectura. Un modo de pensar, diseñar y, finalmente, construir que se sale de lo tradicional y que propone dar un paso más hacia el futuro.