Refugio de sabores y bienestar: la pausa obligada en Punta del Este

Cruzando el puente de La Barra, sobre la Ruta 10, llegando a la bajada de la Posta del Cangrejo, al lado de la bandera de Uruguay, está el ranchito donde Rodrigo Iurlaro y Guillermina Iguña (Nina) reciben todos los días tanto a locales como a turistas que van en busca de sabores únicos, opciones saludables y momentos agradables.

“Hacemos todo gigante, tenés que saciarte, deleitarte, enchastrarte y comer bien. Es comida rápida, canchera, copada, pero a la vez adaptada a nuestra propuesta: algo sano, saludable, artesanal y con ingredientes de alta calidad”, explica Nina, quien todavía recuerda con una sonrisa la sorpresa del mismísimo Hugo Soca al probar uno de sus postres veganos, sin azúcar ni gluten: “Nos dijo que era el muffin de banana más rico que había probado en su vida”.

Mientras deleitan a cada uno de sus visitantes, quienes regresan una y otra vez, esta pareja de argentinos vive en Punta del Este un estilo de vida que, sin embargo, nunca imaginaron. La gastronomía no estaba entre sus proyectos, aunque por lo visto el destino tenía otros planes.

La vedette de la casa

Primero vas a sentir algo fresco y frío que se te va deshaciendo en la boca, y después lo crocante de la base. Eso frío que se desarma es dulce pero te deja una sensación salada, en el momento no vas a entender bien, y luego el chocolate amargo baja lo dulce y le da un cierre. Es toda una fusión por capas y cuando lo tragues seguro vas a querer más”, describe Nina sobre la Havanette, la torta vegana, sin azúcar ni gluten que enloquece a cada uno que la prueba.

 

Una historia emprendedora de película

“Nosotros nos dedicamos desde muy chicos al cine”, confiesa Rodrigo. En realidad, nunca abandonaron esa actividad, ya que acaban de estrenar “Viral”, una serie de zombies disponible en Amazon, aunque ahora sus días transcurren en su ranchito a orillas del mar. 

Tal como cuentan, ambos vienen del arte, mundo que los encontró y unió desde un comienzo. Y que también les propuso un principio complejo, ya que al poco tiempo de conocerse ella partió a estudiar a Nueva York teniendo que afrontar el desafío de una relación a distancia. “Fueron tres o cuatro años de viajes de ida y vuelta, tratando a la fuerza de que los dos mundos se encuentren”, recuerda Nina.

En 2019, finalmente, las piezas se unieron y lograron que una producción de Los Ángeles se filmara en Buenos Aires para trabajar juntos en ella. Así es que proyectaron hacerla, pasar el verano en Argentina y luego mudarse definitivamente a Nueva York, pero la pandemia dejó ese sueño trunco, hallándolos con pasajes comprados, casa alquilada en Estados Unidos y muchísima incertidumbre.

“Una amiga nos prestó una casa en Caseros porque no teníamos donde quedarnos, así que nos quedamos nosotros dos en un caserón gigante”, rememora Nina sobre ese difícil momento. Fue así que mientras aguardaban un desenlace, filmaban algunas tomas para un documental casero y cocinaban cada día un poquito más, un día armaron una bandeja de desayuno y le sacaron una foto que subieron, ingenuamente, a Mercado Libre.

El mensaje que lo cambió todo

A las dos horas de aquella publicación, les llegó un pedido, pero ya se habían comido todo. “Nos agarró un miedo total, no teníamos elementos y estaba todo cerrado. Fuimos al cotillón que estaba cerca y armamos la bandeja como pudimos, no la queríamos entregar, nos daba vergüenza lo que estábamos dando”, admiten con sinceridad.

No pasó mucho tiempo hasta que recibieron un mensaje de su primera clienta, una madre que había comprado el desayuno para su hija, que al ser diabética, no podía comer una preparación dulce tradicional: “La felicidad de esa madre fue increíble, fue la primera torta que su hija pudo comer y le encantó”, expresa Rodrigo sobre aquel agradecimiento que significó el punto de inflexión para impulsar lo que hoy es Sana A ROU

¡Escuchá el audio que cambió la historia! 

Desembarco en Uruguay

Luego de intentar abrir un local en Buenos Aires, que la burocracia y las trabas impidieron, la búsqueda de un nuevo destino, una serie de experiencias reveladoras en plena pandemia y la posibilidad de instalarse en Punta del Este, ya que la familia de Nina tenía una casa allí, los llevaron a decidirse por cruzar el río. 

Antes de viajar, alquilaron el local por internet, ya que sin eso tampoco podían ingresar al país. Y una vez instalados, tras el aislamiento obligatorio, empezaron a ponerlo en condiciones, caminando durante dos horas de ida y dos horas de vuelta entre la casa y el ranchito. 

Pasó un mes y Sana A ROU seguía cerrado: La gente pasaba y nos preguntaba cuándo íbamos a abrir, pero nosotros teníamos pánico”, reconoce Rodrigo todavía con nerviosismo. Hasta que un día un vecino los obligó y no tuvieron más remedio, dando inicio a una etapa que solo refleja progreso y hoy ofrece incluso un mercado con cuarenta y cuatro productos propios.

Menú sin fronteras

Desde muy chica, Nina es vegana y desarrolló un paladar diferente, perfeccionando una interesante búsqueda en la cocina con el objetivo de no dejar de comer rico y abundante. Al encontrarse con Rodrigo, que come sin gluten, la fusión se completó y surgió “esa magia en donde lo haces con mucho amor y sale mejor”. 

A partir de allí, con recetas propias, a base de imaginación y muchas pruebas, Sana A ROU ofrece un menú apto vegano, diabéticos y celíacos que comprende variedad de burritos, ensaladas, sopas, waffles, yogur helado, cafetería, pastelería y bebidas.