Extraña y atrapante, la aldea está formada por un grupo de construcciones unidas por callejuelas adoquinadas, pasajes, recovecos y lugares secretos. Responde a estilos diversos del medioevo europeo unidos para producir un ecléctico estilo propio.

Nacida de demoliciones, la creatividad y los sueños de un hombre. Se levanta en González Catán, la más insólita ciudad del reciclado de la Argentina y sus alrededores, a sólo 30 minutos de Capital Federal.

Por un místico camino se recorren las Doce Casitas del Bosque, para transportarnos mágicamente hacia un lugar fantástico. Cuando todo esto parece increíble nos encontramos con fuentes , lagos, puentes de quebracho para recorrer las islas, muelles, un molino de viento holandés, una capilla colonial y una locomotora con vagones.

El Museo de las Rejas o Ferroteca es uno de los lugares más interesantes donde se exhibe todo tipo de rejas de hierro forjado, arañas colgantes, vitreaux, objetos antiguos y piezas de arte. También se destacan edificaciones donde los materiales empleados para su construcción son el tema como por ejemplo, la Casa de Piedra, el Museo de Madera o Palitos, la Casa de Escoria.

Además se podrán recorrer el Pasaje del Búho, el Museo de los Caireles, el Cabildo, la Cascina, la Casa Proa de Barco y cientos de espacios secretos.

Hace unos tres años falleció su creador, Antonio Campana, un excéntrico empresario gastronómico con increíble imaginación. Con mucho esfuerzo y sin ningún tipo de subsidio, sus hijos se ocupan de mantener en pie esta ciudadela en la que jamás vivió nadie, donde no se sabe con exactitud cuántas construcciones hay (pero sí se sabe que hay 836 llaves) y que ocupa nada menos que 20 hectáreas, en un terreno de algo más de 200, que posee llanuras, bosques selváticos, ríos, arroyos y lagos.

Repleta de castillos, torres, callejones con recovecos, molinos, y casitas que parecen salidas de un cuento de los hermanos Grimm, Campanópolis es un pequeño hermoso mundo desconocido para muchos vecinos de la ciudad.

La ciudad, bautizada Campanópolis por el historiador Alfonso Corso, amigo de Campana, se construyó a fuerza de improvisación y creatividad de este hijo de inmigrantes, que en 1977 compró los terrenos con la idea de criar ganado. Pero la CEAMSE (Cinturón Ecológico Área Metropolitana, Sociedad del Estado) se los expropió en 1980 para utilizarlos como un enorme basural. Cuando Campana finalmente recuperó las tierras, en el año 85, el predio era inutilizable para ganado o cultivos. Al mismo tiempo, a Campana se le diagnosticó un tumor, y decidió entonces desprenderse de sus empresas y consagrarse a su sueño.

«Así como algunos se dedican a pasar los últimos años de sus vidas jugando al golf o viajando, mi papá se puso a construir Campanópolis», explica su hijo Oscar.

Las vueltas del destino quisieron que el ideólogo de los castillos, como llaman los vecinos de la zona, viviera 24 años más. Tiempo que invirtió en nivelar y quitar de sus tierras los más de 2 millones de metros cúbicos de basura, plantar más de 10.000 árboles y abocarse de lleno a su emprendimiento. Fanático de los remates, compraba todo tipo de objetos, desde las columnas que pertenecieron a las tradicionales Galerías Pacífico o las antiguas tranqueras del hipódromo de Palermo, hasta un inodoro para obesos, un sillón de barbero, un centenar de máquinas de escribir, un viejo ascensor o una trampa para zorros. Porque sí.

De esta manera, Campanópolis se fue edificando y decorando con materiales de demolición, piezas antiguas, y mil y un elementos que otros habrían considerado inútiles.

Cabe destacar que Campana no era arquitecto ni contrataba arquitectos ni trabajaba con planos de arquitecto.

«Sólo él sabía lo que se iba a construir día a día. Podía hacer un dibujo en un papel higiénico o en el capot del auto, con una tiza, y así se lo entregaba al albañil», recuerda su hijo.

Prueba de eso está en el trabajo de reciclaje que hizo con varios de ellos: puertas reconvertidas en cielos rasos, patas de máquinas de coser soldadas entre sí para formar rejas, o señalizaciones de tren y caños de perforación que hacen de columnas son algunos ejemplos.

Pero más allá de una creatividad sin límites, el empresario argentino tuvo otro mérito: logró rescatar una parte del patrimonio arquitectónico de la Argentina de fines del siglo XIX y principios del XX, por lo que Campanópolis ha sido declarado sitio de interés cultural para la Nación.

«Hay extranjeros que vienen acá y no pueden creer cómo algunos de los objetos no están exhibidos en museos», cuenta Rodolfo.

No sólo no están en museos, sino que muchos de estos tesoros fueron robados o destruidos en los años en que Campanópolis se abrió a beneficio de la Fundación del Padre Mario.

Hoy Campanópolis se encuentra abierto al público en general, también se organizan visitas de colegios y escuelas (con charlas sobre reciclaje y ahorro de energía, por ejemplo). Además, para cubrir los costos de mantenimiento, que no son pocos, el predio se habilitó para eventos sociales y empresariales, publicidades, presentaciones y producciones de todo tipo.

Así, filmaron aquí sus videoclips el grupo mexicano Maná y Ricardo Montaner (cuyo hijo, además, se casó en la capilla de la aldea), se hicieron las presentaciones de Chiquititas y del programa de Susana Giménez, o se registraron las publicidades de Stella Artois e YPF, entre otras.

Oscar Campana dice que, teniendo en cuenta el tamaño del predio y su cercanía con el Aeropuerto de Ezeiza, tampoco descarta la posibilidad de armar un desarrollo urbanístico en el lugar, con la aldea como una suerte de clubhouse.

Definitivamente, sería el clubhouse más insólito del que se haya tenido cuenta en el país, si no del mundo.

Dónde queda Campanópolis

Campanópolis está en el km 31,200 de la Ruta 3, en González Catán, y por calle Bariloche hasta el 7300, donde termina, unas rejas a mano izquierda indican la entrada a la ciudadela.