La creación del afamado y ahora lujoso Puerto Madero

Puerto madero es uno de los barrios más importantes de la Ciudad de Buenos Aires, el de mayor valor por metro cuadrado incluso. Su bien ganada fama lo ha vuelto un punto de referencia para el turismo y también para los locales, que lo eligen como un lugar para salidas especiales, sea en tono familiar, en pareja o con amigos.

Es un sitio reconocido a nivel país y de forma internacional, con una impronta e identidad muy particular que debe a su historia. Esa historia que comenzó a fines del siglo XIX, cuando, ante la necesidad de un puerto que conectara la ciudad capital con Europa, debido al auge del modelo agroexportador, el ingeniero Eduardo Madero presentó un proyecto que consistía en la generación de cuatro diques cerrados, conectados entre sí por dársenas (norte y sur) y puentes.

Aprobada por el entonces presidente Julio Argentino Roca, a partir del año 1900 comenzó la obra del puerto que contemplaba la construcción de 16 docks para almacenamiento. De ladrillo color rojizo, diseñados en forma de grandes galpones con divisiones de tres a cuatro pisos y sótano.

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Los docks, que tienen un estilo que hace referencia a la arquitectura utilitaria inglesa de esos tiempos, se han convertido en un ícono de la zona, manteniendo su estructura y fachada original. Han sido un elemento clave en la renovación de Puerto Madero y en la construcción de su nueva identidad como uno de los barrios más exclusivos y bonitos de Buenos Aires.

Del Puerto olvidado al Puerto Madero moderno

Con el correr del tiempo, el puerto como tal fue perdiendo vigencia, hasta quedar casi obsoleto. Guillermo Rubén García, arquitecto graduado en la UNLP, especialista en patrimonio cultural y secretario de Investigación de la UCALP, explica que “cuando se produce la iniciativa a nivel nacional y de la ciudad de poner en valor la zona del puerto, se da lugar a que se comience a mirar la historia y los remanentes de aquel pasado industrial y lo creado por Madero en las últimas décadas del siglo XIX”.

El experto, con experiencia en varios proyectos de puesta en valor de patrimonio histórico de la ciudad, menciona: “El puerto ya no era útil para las nuevas formas de transporte multimodal que se habían dado con el avance del transporte marítimo. Funcionaba ya solamente como un depósito”.

En la misma línea, Guillermo marca sobre las construcciones del viejo puerto: “Eran construcciones que aislaban a Buenos Aires de la vista del río, del uso y la relación con el litoral. Fue una visión de avanzada en su momento, un proyecto ambicioso, con apoyo de la academia, especialistas nacionales de alto nivel y profesionales de mucha visión que lo transformaron en un modelo de recuperación del espacio, que se le ganó a un viejo puerto que no funcionaba, para transformarlo en el metro cuadrado más caro de Buenos Aires”.

El proyecto de renovación

Específicamente, el proyecto de Puerto Madero contempló la creación de una franja edificada entre los diques, con dos parques de grandes dimensiones, bulevares al medio y prioridad para los paseos peatonales. Con relación a estos últimos, también se destaca la recuperación de adoquines y durmientes originales, que refuerzan el valor histórico de la zona, al igual que las grúas ubicadas de forma estratégica para rememorar el espíritu portuario.

Yendo a los docks, protagonistas absolutos del barrio, porque es la primera imagen que se tiene cuando se arriba desde el lado de la ciudad, también cuando se baja de la autopista actualmente, lo que se hizo fue conservar el frente de ladrillo a la vista y las vigas de hierro fundido.

Su simétrica alineación y espaciado entre sí, así como el quedar de frente a los espejos de agua, les brindaron a los galpones una nueva imagen, pero sin perder su esencia. Ahora son edificios que reflejan elegancia, prestigio, con recovas abovedadas y galerías que definen a Puerto Madero. Se convirtieron en lofts que funcionan como alojamientos para turismo, oficinas, restaurantes, bares y más.

La inspiración en el mundo

"En la época en que comenzó la renovación, a principios de la década de 1990, la transformación de los puertos era algo que se daba en otras partes del mundo”, asegura el arquitecto García, quien además agrega: “Recuerdo haber recorrido y visto esto en el puerto de Bilbao, el de Barcelona y hasta en el seaport de Nueva York”.

La razón estaba en los cambios tecnológicos: “La tecnología para pasar a un transporte multimodal retiró los puertos como se los conocía. Los viejos galpones portuarios se volvieron herramientas que, con inspiración y creatividad, pudieron ser reutilizadas”.

Además, Guillermo suma una cuestión fundamental como lo es el tema ambiental: “Al ser posterior a la gran crisis de la utilización de los combustibles fósiles de la década del 70, esa mirada permitió recuperar la energía invertida en esos galpones. Es interesante y es una muy buena inversión del pasado que puede ser puesta en valor dentro del esquema económico contemporáneo, con amplias ventajas”.

Desafíos de un nuevo barrio: Puerto Madero

En cuanto a los desafíos que presentó levantar un nuevo barrio en la zona portuaria, para transformarlo en todo lo que hoy es y representa Puerto Madero, García dice: “El mayor desafío para reconvertir la zona fue la escala, la gran escala que tenía el viejo puerto. Se hizo con muy buen criterio y lo que tiene de positivo es el reúso de las construcciones existentes, incluso con sus elementos icónicos como las grúas, los espejos de agua y la incorporación de nuevas tecnologías, como el puente de Calatrava (Puente de la Mujer), que permiten adicionar una mirada contemporánea sin perder la esencia de aquel pasado que marca el cambio de Buenos Aires de una urbe poco desarrollada a otra que está a la altura del Puerto Madero actual”.

El valor del pasado en el desarrollo del futuro

Puerto Madero es el fiel reflejo de que se puede modificar un escenario en la ciudad, respetando su historia y haciéndolo parte de la urbanización. De eso se agarra Guillermo para expresar: “Está bueno profundizar sobre la recuperación del valor de las viejas construcciones que tienen los países en desarrollo. No solo puertos, sino fábricas, estaciones ferroviarias y otras, para poder recuperar su valor con un ahorro energético, con un nuevo uso, pero anclados en sus valores identitarios. Es decir, cuando se posiciona un nuevo producto desde cero, como un nuevo barrio, hay que generarle una historia; en cambio, en estos lugares ya existe eso y es importante respetarla. Puerto Madero sigue siendo puerto aunque no entren los barcos de carga y pasajeros”.

Asimismo, opinando sobre el resultado final y la nueva identidad de Puerto Madero, el arquitecto especializado en patrimonio resalta: "Creo que es un gran diseño, está en línea con lo que decíamos de la Barceloneta y de lo que sucede en Bilbao, en donde ahora aparece el Guggenheim. Aquí también se podrían incluso incorporar algunos elementos más de referencia, puede seguir creciendo”, y suma: “Desde lo arquitectónico, es impecable, la recuperación patrimonial de los docks es de una sensibilidad cautivadora”.

Finalmente, destaca: “Es importante ponderar el valor que significa para la comunidad reutilizar los esfuerzos del pasado como nuevas unidades de negocio del futuro, en forma amigable con el medio ambiente. Aportar desde la visión profesional la recuperación de viejas estructuras y mejorar la calidad de vida no solo de los habitantes actuales, sino cuidando la casa común para los que vendrán más adelante”.

El hombre del nombre

Eduardo Madero, político, historiador y hombre de negocios, fue el principal impulsor de la construcción del primer puerto de Buenos Aires, aprobado en 1881. De ahí que lleva su apellido. Además, la principal avenida también tiene su nombre y luego se convierte en av.Ingeniero Huergo, el otro hombre clave en el desarrollo del puerto.